Una frase común que recorre los pasillos de los hospitales y clínicas en cualquier rincón del mundo advierte: “El cementerio está lleno de negligencias médicas”. Esta frase, inquietante y sombría, captura el temor colectivo de aquellos que conocen de cerca cómo los errores y descuidos médicos pueden ser fatales. A medida que las historias de negligencia salen a la luz, también lo hace una verdad difícil de ignorar: los médicos suelen encubrir a sus colegas, generando una red de protección que contribuye a la impunidad y silencia la verdad sobre esos errores médicos que nunca debieron suceder.
Las negligencias médicas, es decir, aquellos errores que podrían haberse evitado con una atención adecuada, se presentan de diversas formas, pero todas dejan una huella de dolor y, en muchos casos, de luto. Desde diagnósticos tardíos o incorrectos hasta cirugías en lugares equivocados o recetas mal prescritas, cada caso es una oportunidad perdida para hacer lo correcto. Aunque el error médico es una realidad en cualquier sistema de salud, los pacientes y sus familias se enfrentan, además, a un silencio abrumador, alimentado por la cultura de lealtad y camaradería que impera entre los profesionales de la salud.
Las cifras de una epidemia silenciosa
En países como Estados Unidos y Reino Unido, las estadísticas sobre negligencias médicas resultan alarmantes: se estima que solo en Estados Unidos, los errores médicos representan la tercera causa de muerte, detrás de las enfermedades cardíacas y el cáncer. En América Latina, aunque las cifras son difíciles de obtener por la falta de transparencia, los especialistas en salud pública coinciden en que la realidad no es muy diferente. Sin embargo, detrás de los números se esconden historias de vidas truncadas y sueños desmoronados que muchas veces pasan desapercibidos, etiquetados como “complicaciones médicas” en los registros hospitalarios.
Es común que estos errores ocurran en situaciones de alta presión y carga de trabajo; no obstante, algunos de estos casos reflejan una evidente falta de responsabilidad y profesionalismo. A medida que los pacientes enfrentan la pérdida de un ser querido o secuelas irreversibles por un error evitable, sus intentos por encontrar justicia se topan con un sistema que los desgasta, llenando de obstáculos el proceso de denuncia. Las demandas legales por negligencias médicas pueden alargarse por años, y los familiares de las víctimas se enfrentan al dolor de no poder obtener ni respuestas ni, mucho menos, una disculpa.
El muro de silencio: cuando los médicos se protegen entre sí
Aunque la ética médica exige que los profesionales actúen en beneficio del paciente, la realidad es que los médicos suelen cubrir los errores de sus colegas en lugar de denunciarlos. Este “muro de silencio” es un fenómeno complejo que responde tanto a la lealtad construida en años de formación y colaboración, como al temor de dañar la reputación de un colega o de la misma institución en la que trabajan. En muchos casos, las investigaciones internas realizadas para aclarar las circunstancias de un error médico se manejan de forma confidencial, con conclusiones que rara vez se comparten con las víctimas o sus familias.
Algunos hospitales e instituciones han implementado comités de revisión de pares, una medida que en teoría busca mantener la imparcialidad al analizar errores médicos. Sin embargo, estos comités a menudo no funcionan de manera transparente y, en ocasiones, actúan más como mecanismos de protección para el médico involucrado. Este sistema permite que muchos casos de negligencia médica no lleguen a las autoridades externas ni se investiguen en profundidad, lo cual deja a los afectados en una situación de indefensión.
Este tipo de complicidad es especialmente perjudicial en casos en los que el error médico podría haberse evitado. Un diagnóstico incorrecto o una cirugía mal realizada deja secuelas físicas y psicológicas, y cuando los médicos implicados evitan asumir su responsabilidad, el mensaje que se envía a los pacientes es de abandono y desconfianza. Más allá del perjuicio personal, el encubrimiento también obstaculiza el aprendizaje necesario para evitar que estos errores se repitan.
Historias que no llegan a ser contadas
A diferencia de otras tragedias, las víctimas de negligencias médicas no suelen tener voz. En muchos países, los familiares que han perdido a sus seres queridos tras un error médico enfrentan una realidad descorazonadora: la mayoría de los casos no llegan a juicio, y los médicos implicados rara vez enfrentan sanciones serias. Incluso en situaciones donde la evidencia del error es contundente, el proceso judicial puede extenderse por años, lo que desanima a muchas familias de buscar justicia. A menudo, el resultado es que las historias de estos pacientes nunca se cuentan y terminan en el olvido, enterradas junto con ellos.
Algunos casos emblemáticos de negligencia han salido a la luz debido a la persistencia de familiares y periodistas, logrando crear conciencia pública y, en algunos casos, cambios en las leyes de salud. Sin embargo, estos casos son la excepción y no la norma. Para la mayoría, el silencio y la resignación son la única opción cuando las barreras del sistema legal se vuelven insuperables.
Por ejemplo, en un hospital de Buenos Aires, un paciente fue intervenido quirúrgicamente en el órgano equivocado; la familia presentó una denuncia, pero tras años de litigio, el caso fue desestimado por falta de pruebas concluyentes, en gran medida porque el propio personal del hospital no cooperó para esclarecer los hechos. En otro caso en Madrid, una joven murió tras recibir una dosis de medicación incorrecta; la investigación interna del hospital concluyó que fue un “error humano”, sin mayores repercusiones para los médicos involucrados.
Una ética en crisis
Los principios éticos que rigen la medicina exigen ante todo el respeto y la responsabilidad hacia los pacientes. La premisa de “no hacer daño” parece diluirse cuando las instituciones priorizan la protección de su imagen y de su personal sobre el bienestar del paciente. Para los familiares de una víctima de negligencia médica, escuchar que todo fue “una complicación” resulta no solo insensible, sino también una traición a los valores fundamentales de la profesión médica.
Los especialistas en ética médica señalan que la falta de transparencia y el encubrimiento entre colegas son prácticas que desvirtúan la confianza en el sistema de salud. En lugar de asumir los errores como una oportunidad de mejora, se les trata como algo que debe esconderse, alimentando una cultura que deshumaniza el trato hacia los pacientes y que convierte los hospitales en lugares de incertidumbre y temor para muchos.
Hacia un cambio en la cultura médica
La negligencia médica no es una condena inevitable de la profesión. Instituciones en otros países han implementado programas de transparencia donde los médicos y el personal de salud deben reportar cualquier error sin temor a represalias, promoviendo una cultura de autocrítica y aprendizaje. En estos modelos, la prioridad es garantizar que los pacientes estén protegidos y que los profesionales asuman sus responsabilidades. Aunque un cambio de cultura no es sencillo, para las víctimas de negligencias y sus familias, una mayor transparencia y responsabilidad serían un respiro y un alivio, y una promesa de que el dolor que vivieron no se repetirá.